Era una fría y oscura noche de invierno, cuando al rancho de doña Juanita, llego un pequeñín montando en un caballo negro y flaco, tan flaco que parecía que los huesos iban a romper su pellejo.
En el año 1951 fui destinado a trabajar como profesor a la escuela Nº95, ubicada en el fundo Huanilla, antigua hacienda que formó parte del Condado de Piedra Blanca de Huana y Huanilla.
Su tez es tan obscura como brillante, de cuerpo delgado y estatura media. Luce un desgastado gorro de lana, que ya perdió su color original y la también su forma. Viste una polera de manga larga, que tuvo en el pasado un color azul, hoy desteñido por el sol, el viento o la lluvia.
Hace tiempo atrás estuve de paso por Calafate, Argentina; allí donde doña Cristina K tiene unas cuantas y valiosas propiedades, que se suman a miles de hectáreas.
Sus manos rugosas, ásperas y salpicadas de mil suciedades alzan la piedra y la estrellan una y otra vez sobre la plana superficie de la vereda, que se defiende de la agresión generando chispas.
Podría llamarse de cualquier forma, pero en mi fuero interno le llamo por su actividad más reconocida: ladrón, porque aquel que arrebata, sustrae, afana, hurta o roba algo, se le denomina así desde tiempos inmemoriales y naturalmente este ovallino, profesional del engaño, no es como aquel que acompañó a Cristo, porque dadas sus habilidades le podría dar lecciones a Barrabás, para que no se arrepintiera.
Por su altura podría ser un record Guiness, se yergue orgulloso e imponente y yo no puedo dejar de recordar que alguna vez vi uno tan alto, que me dolía el cuello cuando intentaba divisar la estrella de su copa, estaba adornado de luces y velas pequeñas, con ramas que hablaban de su especie marí
Sus ojos miraban como hipnotizados el número de lotería que, colgado de unos perros de ropa parecía decirle: ¡cómprame! Él pensó: “me gasto lo que tengo en el bolsillo y al llegar a casa... la vieja me asesina”, porque seguro que no va a tener té, o azúcar y...con qué cuento le salgo yo?
Cuentan que eran un par de niños. El solía llevarla de vuelta del trabajo en su bicicleta y el pelo largo de ella, le acariciaba el rostro, cuando caía el sol.
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