Durante los años secos, en torno al año 1924, muchas familias por necesidad, se agolparon a los desmontes de la Mina del Negro, y escarbando entre piedras daban vueltas las pilas estériles de materiales extraídos de las entrañas de la mina. Su dueño, había autorizado el pallaqueo misericordioso a ese grupo de trashumantes que al final del día volvían a sus chozas con unas chauchas desgastadas. En ese entonces, el Negro daba y el Negro quitaba; daba las esperanzas míseras a tanto hombre, mujer y niño de encontrar el sustento en un trozo de sulfuro o pirita olvidado entre la saca inerte, plomiza y cenicienta por el carburo extinguido de las lámparas mineras. Y, quitaba, a quienes seducidos por la avaricia intentaban tomar algo más que no les perteneciera y que fuera ajeno a la simplicidad lógica de la misericordia. El Negro era sabio, el Negro daba y el Negro quitaba…