Hay ovallitos por todas partes, en Costa Azul, en Costa Amarilla, en Nueva York, en Los Peñones, en Bubaneshwar, en Mamallapuram, en Pedregal, y en muchas otras partes. El relato siguiente nos lo envía un ovallito que, dependiendo de la hora y el día, puede estar en cualquier lugar del mundo, un incansable viajero que se dedica a capturar imágenes en un Crucero:
Margarito fue el primero que vi, cuando llegué a trabajar a la enorme cocina del barco. Hombre de raza negra, cincuentenario, robusto, pero de baja estatura, intimidante al grado de jamás mencionarle que el tamaño de sus manos me recordaban a un gran gorila.
Margarito no hablaba con nadie, era un tipo raro, pero no incomodaba, solía comer parsimoniosamente sus plátanos fritos a la hora del descanso.